Agencia Milenio|Tuxtla Gutiérrez

El matrimonio infantil está prohibido en Chiapas desde 2016, sin embargo, esta práctica continúa en comunidades indígenas de al menos 17 municipios en la región de los Altos.

Así lo indicó Patricia de los Santos Chandomí, académica y acompañante de víctimas de violencia de género, quien no descartó que el fenómeno ocurra también en la Meseta Comiteca Tojolabal y Tulijá Tseltal Chol.

Se trata de un pacto de palabra entre hombres que generalmente afecta a las mujeres menores de edad y se realiza en un contexto donde predominan los factores como la pobreza, la violencia y la aplicación de justicia mediante los usos y costumbres.

Las ceremonias matrimoniales no se realizan en los registros civiles ni las iglesias, sino a través de casamenteros que pueden ser los compadres o las mismas autoridades comunales.

“Son matrimonios que se realizan dentro de la comunidad donde el Registro Civil brilla por su ausencia. Son matrimonios de palabra, no hay un registro ni siquiera una estimación de cuántos matrimonios de esta naturaleza se realizan», explicó.

«Esos matrimonios son pactados por los compadres, por los familiares y una vez que ellos dicen ‘sí, mi hija sí se casa con tu hijo’, se da el intercambio».

La activista destacó que la primera violencia que viven las niñas ocurre cuando no son escuchadas ni consultadas para casarse, lo que genera una nueva agresión de carácter psicológico, sexual y emocional, sin embargo, poco se habla de ello, pues pasó a formar parte de la vida cotidiana.

“Por eso después del matrimonio viene la violación, al no tener información, ¿qué le va a hacer esa persona? (…) Luego viene un embarazo forzado porque esa niña no está deseando ser madre, (…) es como un ciclo de violencia que se va repitiendo y eso es lo que hay detrás de la tragedia de los matrimonios forzados en comunidades indígenas”, puntualizó.

Algunos de los municipios donde aún persiste el matrimonio infantil con mayor frecuencia son: Aldama, Amatenango del Valle, Chalchihuitán, Chamula, Chanal, Chenalhó, Huixtán, Larráinzar, Mitontic, Oxchuc, Pantelhó, San Cristóbal de las Casas, San Juan Cancuc, Santiago El Pinar, Tenejapa, Teopisca y Zinacantán.

De los Santos Chandomí aseguró que el precio o cantidad de productos agrícolas que se debe entregar a cambio de una menor de edad se determina de acuerdo con el estatus socioeconómico de la víctima, pero también el grado de estudio que haya alcanzado.

 

“Y va desde precios de un litro de alcohol, (los familiares dicen) ‘quiero seguir tomando, no tengo (dinero), pues ahí está mi hija’; hasta cantidades muy grandes, se estima que 50 mil pesos, si la chica pertenece a una familia de un estatus alto y dice ‘no, por mi hija no me vas a dar cualquier cosa’”, explicó.

 

Iglesia impulsa cambios en las mujeres

Gilberto Hernández García, sacerdote de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez, detalló que a pesar de que los casos van a la baja, aún se observan situaciones donde los hombres viudos buscan quién tome el lugar de las esposas, desde actividades básicas como la alimentación hasta lo cuestión sexual.

“Lamentablemente a veces ponen los ojos en una menor, los padres que, por usos y costumbres, lo han normalizado, pues no les cuesta trabajo cuando se les ofrece y no es una compraventa, es algo mucho más profundo, no es solamente que digan ‘quiero deshacerme de mi hija y te la cambio por una reja de refresco’, tiene que ver con raíces”, expuso.

Ante esta situación, el líder religioso manifestó que la iglesia ha trabajado con organizaciones que permiten impulsar los derechos de las mujeres, mostrándoles nuevas oportunidades de desarrollo mediante la profesionalización, lo cual ya ha comenzado a dar frutos.

“En algunas comunidades hay muchas mujeres indígenas que salen a estudiar, que se van profesionalizando o por lo menos que salen a trabajar de la comunidad y que van rompiendo los moldes, pero todavía hay mucho arraigo porque en esos lugares la vida se limita solo al territorio de la comunidad”, dijo.

 

Juana escapó de los usos y costumbres

Juana, de 64 años y originaria de Tumbalá, un municipio Chol de la región Tulijá de Chiapas, logró evadir el matrimonio infantil.

La mujer recordó que, a los ocho años, sus tíos intentaron casarla con un hombre que le llevaba más de 20 años, pero gracias a su astucia, y a pesar de no tener mucha conciencia de la circunstancia, logró escapar minutos antes de que el ritual se llevara a cabo.

“Después de que se separaron mis papás me fui a vivir con mi tía, pero ella me empezó a vender y ya estaba yo con vestido blanco cuando iba a llegar el hombre, pero me escapé, no me casé con él. (…) Era yo una chamaca, pero él ya estaba grande, tal vez como de unos 50 o 40 años, yo era una niña”, detalló.

En entrevista para MILENIO, relató que en esos años las oportunidades eran cortas para las mujeres, ya que apenas alcanzó a terminar la primaria, pues sus familiares no contaban con recursos suficientes para profesionalizarse, además de que culturalmente no estaba permitido que una mujer lograra una carrera profesional.

Agregó que días antes de la fecha en la que iba a contraer matrimonio, escuchó el momento en que su tío y la persona con la que se casaría acordaron el precio y los productos que recibirán a cambio, pero nunca imaginó que se trataba de ella.

“Dijeron que iban a llevar costales de frijol, costales de maíz, una vaca, un montón de cosas y sólo me quedé escuchando. Vi que estaban hablando, yo pensé que no era a mí a quien estaban comprando. Me di cuenta hasta que me empezaron a vestir”, manifestó.

Finalmente apuntó que se requiere que las instituciones vinculadas a garantizar el bienestar de las mujeres se hagan presentes en el territorio, ello con la finalidad de escuchar y conocer la forma en que se dan los procesos donde las mujeres se ven entrampadas en una decisión de los padres.

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