David Martínez | Ciudad de México

En la mañanera de ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador resaltó algunos de los pasajes de la vida y trascendencia del “mejor presidente de México”, Benito Juárez García.

En este marco histórico que ahora tienen las conferencias de prensa, López Obrador dijo que en la obra y legado del Benemérito de las Américas “está la sabiduría, aquí está la inspiración, ésta es nuestra biblia laica”.

Subrayó que “algo único” en el mundo y en la historia de México fueron las reformas promovidas por Juárez y los liberales para separar, antes que en otros partes, el poder civil del poder clerical o eclesiástico. “Lo que se mandata en la Biblia: ‘A dios lo que es de dios y al césar lo que es del césar’”.

El mandatario federal dijo que dividiría su exposición sobre el presidente Juárez en dos partes, este miércoles la dedicó a hablar del hombre, antes que su obra. (Lunes habló de Miguel Hidalgo, y ayer de José María Morelos y Pavón).

Recordó que en 1855, cuando los liberales encabezados por Juan N. Álvarez, en Guerrero, preparaban “una insurrección, una rebeldía, un acto de oposición a la dictadura de (Antonio López de) Santa Anna (…) se presentó ante ellos, ante los liberales de Guerrero, un hombre sucio y en harapos, con las siguientes palabras: ‘Sabiendo que aquí se pelea por la libertad, he venido a ver en qué puedo ser útil’.

“Sin mayores averiguaciones, los conjurados le dieron ropa y calzado y puesto que sabía leer y escribir, lo nombraron escribiente, bajo la autoridad del coronel Diego Álvarez, hijo del primer y principal dirigente, de Juan Álvarez.

Pocos días después, el individuo recibió una carta a su nombre, el nombre era licenciado Benito Juárez, sorprendido el coronel Álvarez se dirigió a él: ‘¿Y por qué no nos los había dicho?’. ‘¿Para qué?’, contesto Juárez, ‘¿qué tiene de particular?’. El que unos años después sería el mejor presidente de México llegó en ese estado lamentable tras dos años de pobreza, persecución y exilio. Estuvo preso en San Juan de Ulúa, fue desterrado a Cuba, trabajó en una fábrica de puros en La Habana, viajó desde Nueva Orleans en busca de apoyo para la causa de la libertad, y cuando supo lo que en Ayutla, Guerrero, partió hacia Panamá para cruzar el continente y embarcarse hacia Acapulco”.

Para ese entonces, agregó el mandatario, ya había sido gobernador de Oaxaca, “un gran gobernador”.

Durante su gestión organizó la Guardia Nacional, duplicó el número de escuelas en la entidad, construyó caminos, fundó el puerto de Huatulco, llevó a cabo el levantamiento de la carta geográfica del estado y del plano de su capital y manejo las finanzas públicas con honestidad y austeridad inflexibles, lo que le permitió dejar ahorros, un superávit en la hacienda pública.

“Ningún gobernante ha sido más ajeno que Juárez a las tentaciones de la soberbia, la arbitrariedad y los extravíos del poder, y eso he querido ilustrar con la anécdota que les platiqué antes: él no llegó al cuartel de los liberales de Ayutla aspirando a un trato especial por sus méritos, que ya eran bastantes, sino ser útil a una causa sin importarle el rango o el cargo”.

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